¿Quién no echa de menos a Oliver y Benji?

LA PREGUNTA PUÑETERA

Sin tener que hacer una exhaustiva recopilación de series de animación podría recordar a bote pronto que «Chicho Terremoto» y «Los Kangoo» nos entretenían jugando a baloncesto; que Oliver Atom y Benji Price intentaban derrotar a Mark Lenders en encuentros eternos en campos kilométricos al mismo tiempo que en un zoológico futbolístico Simba Junior convertía a África en la mejor selección del mundo. Incluso, si nos ponemos optimistas, Goku y Vegeta nos empujaban a querer sumergirnos en el mundo de las artes marciales.

Quizás en algunos de esos mencionados casos, no fueran estos los maestros más políticamente correctos que podría tener mi generación podría tener pero de una cosa no había duda: en los patios de colegios los pequeños chutaban la pelota recitando el «tiro del halcón» y exclamaban sonrientes aquella inolvidable frase de «¡tres puntos colega!» tras anotar lograr introducir en la papelera de clase un papel arrojado desde su propia mesa. Aún sin ser un referente en muchos aspectos, inoculaban a los más jóvenes el veneno del deporte: querían practicar en el recreo lo que veían mientras mojaban sus míticas «Tosta Rica» en la leche.

Y es que, incluso los que buscaban las ‘Bolas de Dragón’ eran únicos en su especie. Obviando todo lo ficticio de la trama y que lo violento que pudiera llegar a parecer en más de una ocasión, muchos se subieron encima de un tatami para entrar en la vorágine de las artes marciales. Y que conste que lo de pronunciar con correcta entonación un ‘Kame Hame Ha’ no cuenta.

Aunque a día de hoy roce la ignorancia acerca de los protagonistas de animación que en la actualidad y desconozca si son pocos, muchos o ninguno las aventuras de ficción que pueden tener algún tipo de vinculación deportiva, esas que tuvieron lugar en nuestra infancia y nos volvieron por un tiempo ‘majaretas’ por querer ser como nuestros héroes de la pequeña pantalla y que de manera completamente inconsciente nos empujaron a hacer deporte.

Dios bendiga a Oliver, Simba e incluso a Krilin por su invisible doble función: entretenernos y  lavarnos el cerebro de forma sibilina para hacer deporte.

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