Cada año que pasa, tengo más fobia y animadversión al verano. Estoy seguro que a mucha gente le pasa lo mismo. Lo que es un recuerdo de diversión, descanso, y una felicidad sin límites en la niñez, ahora se convierte en la época de mayor incertidumbre del año.
La desazón, el mayor ajetreo, y la locura administrativa vienen de la mano del calor más sofocante (en Extremadura sabemos mucho de eso). Hablo sobre todo por los clubes. No les he preguntado, pero supongo que es imposible que un solo directivo le guste el verano. Las calculadoras, las hojas de papel emborronadas, las cábalas, las derivadas y ecuaciones imposibles son una pesadilla para los gestores de los equipos durante la etapa estival.
Los que además tienen un peso mayor a nivel mediático, juegan continuamente con la presión de unos aficionados que cada día que pasa exigen fichajes, abonos, más fichajes, fechas de amistosos, más fichajes aún, piden cuentas sobre la gestión y, por supuesto, también piden fichajes.
Por no hablar de los malabares que hay que hacer para tener la oportunidad de desconectar unos días teniendo a tus espaldas un equipo. Si eres capaz de ver la playa o de echar las maletas al coche, siéntete privilegiado. Eso sí, siéntete expuesto a que te puede surgir algún mal comentario por dejar durante esos días al club por tu goce y disfrute personal.
El golpe no es fácil de asimilar. Cuando terminas la temporada con el agotamiento de todo lo que ha deparado la misma, puedes llegar a pensar en la época escolar, cuando tras lo duro llegaba un período interminable de disfrute. La realidad es bien distinta. El estrés, los agobios, los movimientos y los encajes de bolillos son recurrentes durante la etapa entre temporadas.
Nos hemos cansado de oír hasta la saciedad en una conocida serie de televisión que «Se acerca el invierno». Para directivas y personas que arriman el hombro en los clubes se aterran pensando «se acerca el verano». Mis respetos para esos trabajadores que se dejan tiempo esfuerzo y salud.
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Si señor…maldito/bendito fútbol…