Lo que no puede ser es querer cambiarlo todo sin más razón aparente que querer cambiarlo. Por decir que lo cambias. Es un ingrediente con altas dosis de postureo acompañado de premura y precipitación.
Me alegré por el fin de la etapa Villar porque fueron muchos años nadando en un lodo que todo el mundo veía pero que nadie podía desaguar. Celebré la llegada de Luis Rubiales, un hombre con ideas e ideales, procedente de la AFE, porque parecía la persona que, junto con su equipo, iba a dotar al fútbol español de una revolución que derivara en una evolución positiva.
Desde el principio, Rubiales ha querido demostrar que está al mando. Su guerra con Tebas no tardó ni medio episodio en desatarse; a Lopetegui lo fulminó porque no quería ni el más mínimo titubeo en una situación en el que muchos pedían mano izquierda; mientras que en la Supercopa de España dio una de cal y una de arena: erradicó el ilógico y anodino formato de doble partido, pero exilió a Marruecos el duelo entre campeones de Liga y Copa.
Aplaudo todo aquello que signifique denostar tiránicas tradiciones que solo buscaban el exprimido inmisericorde del fútbol sin importar que jugadores, aficiones y otros sectores del deporte resultaran perjudicados. No obstante, dicha ovación se detiene si el giro de timón se realiza sin coherencia y sin más intención que el de presumir de lo logrado.
Esto es como si nos llevamos al perro del salón porque hace de vientre y ensucia, dejando además el mal olor en la estancia. En lugar de buscar una ubicación en la que el can pueda hacer todo esto sin causarnos un trastorno, lo llevamos a otra habitación en la que va a seguir haciendo lo mismo. Es cierto que el salón lo tenemos reluciente, sí. Pero hemos cambiado el problema de sitio. No lo hemos solucionado.
Era relativamente sencillo solucionar el problema de la Copa del Rey y el partido único sin que nadie excepto Tebas y Roures salieran perjudicados. Pero el ansia de querer colgarse medallas y méritos cuanto antes, han conllevado un trastorno a una serie de equipos que comenzaron la competición con unas normas y las terminarán con otras.
Ni que decir tiene que es bueno para el fútbol modesto una revolución en el torneo del k.o. para dar más oportunidades a equipos con menos recursos. Pero no dejemos que el populismo nos ciegue y hagamos las cosas cuando la lógica dice que hay que hacerlas. ¿Revolución? Sí. Pero solo cuando vaya acompañada de evolución.