¿Palomitas o Callejas?

La pregunta puñetera

El ya de por sí maltratado oficio de entrenador va camino de la banalización. El ejemplo que tomaron dos clubes que el año pasado estuvieron en Segunda B, está siendo dantescamente repetido por grandes clubes europeos en los últimos días. El Calleja-Luis García-Calleja es definitivamente el nuevo Jardim-Henry-Jardim. Este, a su vez, sucede a los regresos de Sabas y Nafti en Extremadura y Mérida respectivamente. Es decir, que donde dije digo, digo Diego. Se decide prescindir de una persona porque no es la más idónea para el proyecto y después resulta que el que echaste por malo es menos malo que el que está ahora. ¡Ese sí que es malo! Por tanto, asumimos que el capitán que debe guiar la nave no es el mejor, si no el menos mediocre para ello.

Obviando lo desagradable que resulta cambiar a un entrenador en plena temporada por motivos emocionales y de orgullo -debes admitir que te has equivocado-, también vuelves a sumir a tu afición en la desconfianza, colocando a una persona que previamente se despidió porque no dio el rendimiento que esperaba, y a los jugadores de tu equipo, que no pudieron dar todo su rendimiento con esa persona al frente, se les expone ante una situación que es, cuanto menos, extraña. Por supuesto que hay casos en los que esto puede salir bien -que se lo digan a Sabas-, pero no es una práctica ni deseable ni recomendable para la viabilidad deportiva de un proyecto.

Por suerte, aún hay ocasiones en las que encontramos retazos en los que los entrenadores son admirados y ocupan el centro de la ejemplaridad colectiva. La famosa bronca de Pablo Laso,- que luego se hizo viral- terminó con una gran remontada del Real Madrid ante el Fuenlabrada y con la imagen del preparador más que reforzada.

Salvando las diferencias entre ambos deportes, parece estar claro cual es el camino que hay que seguir y cual evitar. Si en estas mismas líneas se hace alusión al entrenador como si fuera el capitán de un barco, éste debe ser alguien a quien se considere profesional y capacitado. En quien se confíe como la mejor persona posible para asumir el mando. La perspectiva de “pongo a este porque parece que no hay nadie mejor” es mezquina, dañina, y lo más normal es que no traiga buenas consecuencias.

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