Este pasado fin de semana, Badajoz sacó nuevamente su lado más solidario y, una vez más, ha elegido el deporte para hacerlo. Esta vez el origen de la solidaridad estuvo en una muy mala noticia, como es la muerte de Carmelo, un corredor muy querido del Club Maratón Badajoz.
Para homenajearle, sus compañeros del club llegaron a meta este pasado domingo en una nueva edición de la Vuelta al Baluarte aplaudiendo y señalando al cielo, dedicándole la meta superada a su compañero. Al mismo tiempo, todos y cada uno de estos compañeros hacían visible el dorsal 1175, que era con el que Carmelo estaba inscrito en la prueba que tanto le habría gustado correr.
Esta es simplemente una muestra más del buen corazón que es necesario para realizar algún deporte en esta ciudad. Ya sea de forma profesional o simplemente para echar el rato, los deportistas de Badajoz está claro que llevan la solidaridad en la sangre.
La lista de ejemplos de cómo el deporte pacense se vuelca con cualquier causa que se le presenta cada vez que tiene oportunidad, es inagotable. Con el fallecimiento del pequeño Víctor se volcó la ciudad entera. Uno de los homenajes que más se recuerdan fue el del CD Badajoz en el Nuevo Vivero arropando a toda su familia y a sus propios compañeros de equipo. Fue algo tremendamente emocionante.
El propio conjunto blanquinegro ha vuelto a protagonizar un nuevo acto de ayuda muy importante hace pocos meses. Fue a la familia de Carlos Rigote, un niño que necesita dinero para comprar un vehículo en el que se le pueda transportar, el cual se hace muy necesario para el día a día, pero sus padres no pueden hacer frente a los gastos que conlleva. Por ello, el club hizo una rueda de prensa junto a la familia informando que en las oficinas del Nuevo Vivero se recogen tapones de plástico para así poder recaudar los fondos suficientes para poder hacer frente a esos gastos.
Son simplemente dos ejemplos, quizás los dos más conocidos en las últimas fechas, pero acciones de este tipo se dan todos los días entre deportistas individuales y clubes de la ciudad en la que vivimos. Este sí que es un gran motivo para sentirse orgulloso.
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