¿Alquilamos nuestro estadio para celebración de ascensos?

La pregunta puñetera

Viajé en el puente a pasar unos días en Amsterdam y me llevé una grata sorpresa. En pleno descanso de un Free Tour, en el que nos había llovido de tal manera que pareciera que el cielo se caía a pedazos, tuve el gusto de coincidir con una simpática pareja que afirmó ser de La Rioja. Una vez que solicité concreción geográfica, y me confirmaron que eran de Calahorra se me escapó casi de manera involuntaria:-«¡La Planilla!». Una vez que aseguraron que eran hinchas del equipo rojillo ante el que el CD Badajoz logró el ascenso en 2017, nuestra complicidad inicial dio un paso de gigante (¡qué socorrido, eh!) y empezamos a comentar experiencias de aquellos inolvidables momentos.

Entre los recuerdos estaban la copiosa lluvia, el intercambio de cánticos entre vencedores y vencidos de aquella eliminatoria y sobre todo, la figura de Ruano. El derechazo del de Usagre no se olvida dentro de las muchos capítulos de tragedia calagurritana; una afición acostumbrada a naufragar cuando desde su navío atisban las palmeras de la playa. Tal era la acumulación de decepciones en los momentos clave, que esta localidad ya hacen chanzas con el infortunio de su equipo:»¿Y si alquilamos nuestro estadio para celebración de ascensos?». La joven aficionada puntualizó que no iban a ser ellos los que festejarían, sino que sería el equipo que jugara como visitante en La Planilla, ya que eran demasiados los intentos de los que habían dispuesto para ascender de categoría en su propio feudo, y finalmente era el equipo rival quien lo lograba.

Fue la temporada pasada cuando lograron por fin dar el salto a Segunda B. Eso sí, lo hicieron fuera de casa, en el campo del filial del Levante UD y tras perder en casa. Su propia casa parece gafada para la gloria, pero al menos pudieron saborear las mieles del éxito lejos de su estadio. Tras estas vivencias (y aquí viene la opinión, tras todo este preludio), ambas partes nos alegramos porque a la otra le fuera bien. En 2017 se vivió un duelo a cara o cruz que le daría a uno la gloria que llevaba tanto tiempo esperando y a otro le condenaría a continuar al menos un año más en un pozo cada vez más peligroso. No obstante, pese a esa fatal confrontación, lejos de haber malos recuerdos, se respira cariño entre aficiones que tuvieron tantos sentimientos enfrentados en aquella lluviosa tarde de resaca de San Juan. El fútbol por suerte a veces es catalizador de buenas vibraciones y hermana poblaciones a las que una vez enfrentó con la pelota. Y esto es algo que no puede hacerme más feliz.

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