Badajoz vivió esta pasada jornada dominical un día de felicidad colectiva. Ya fuera en familia, con amigos, con compañeros de trabajo, o con los que se cabalga una bicicleta, la jornada que despidió septiembre, a buen seguro, no fue un domingo cualquiera.
¿ Y por qué no fue un domingo cualquiera…?pues porque se gozó de una mañana libre y diferente, haciendo sano ejercicio sin tener una presión competitiva que a veces atenaza los sentidos, y porque se vio a núcleo duro que conformó una multitud que se contó por millares, y que sin duda estarán dispuesto a apuntarse a una próxima.
No había límites de ningún tipo. Desde los que tenían ruedines, hasta los que portaban todo tipo de utensilios para cortar el viento y hacer un tránsito más profesional. Abuelos, nietas, hijas o sobrinos. El XXXIII Día de la Bicicleta en Badajoz no excluía a nadie en el gigante árbol genealógico que salió de un Carrefour de la ciudad para llegar al otro, en mitad de un idílico paisaje pacense que no escatimaba en vistas y monumentos.
Un plácido, aunque algo caluroso día, ayudó a que los indecisos que acudieron sin dorsal se animaran a engrosar una ya de por sí nutrida nómina de personas que optaron por el ecológico transporte. Los posibles sofocos a causa del clima fueron mitigados a posteriori por una mochila llena de regalos y alimentos que ponían algo de líquido en cuerpos un tanto deshidratados.
El deseo de poder ver tantas toneladas de buen rollo, que lo lúdico vaya de la mano de lo deportivo. Que el hecho de hacer deporte se convierta en algo que incluya y no aparte ni excluya. El reto es hacer más cosas como el día de la bicicleta. Y qué quieren que les diga, me encantaría que eso sucediera.