Y la playa ni la vimos…

Pequeño pero Gastón

Hoy toca hablar de nosotros, de la prensa. Más bien de la trastienda de la prensa. Este pasado fin de semana, el deporte pacense se daba cita por partida triple a orillas del Mediterráneo con la intención de ponerse de cara los distintos objetivos que se plantean nuestros deportistas: la victoria en la Copa de España en el caso de Rubén Tanco y la permanencia para Santa Teresa y Badajoz. Para los que trabajamos en los medios, esto claramente lo entendemos como una señal directa de que hay que liarse la manta a la cabeza. A las cinco de la tarde del viernes comenzaba una excursión de trabajo (o al menos esa es la versión oficial) que se extendería durante 60 horas, hasta las cinco de la mañana de la madrugada del domingo al lunes.

Todo empezaba en la previa de los Premios Grada que, por décima vez, organizaba la revista junto con la Fundación Primera Fila. Como todos asistíamos a la gala, (en esta ocasión con más motivo, puesto que Rubén Tanco recibía el premio al Deporte) quedamos un rato antes a marchas forzadas para terminar de organizar todo lo que nos teníamos que llevar y jugar al tetris en el maletero del coche para que todo lo necesario (que era mucho, mucho, pero que mucho, mucho) cupiera lo mejor que pudiera. Tras probar los tradicionales apetitivos post-gala de cada año, Rollano, Tanco, Pol y yo nos fuimos echando kilómetros a la espalda. Íbamos sin dormir pero hubo tiempo incluso para hacer alguna paradita técnica en la que soñar con el fin de semana aventurero. Poco antes de las nueve llegamos a nuestro primer destino: la localidad murciana de Torre-Pacheco, donde competía Tanco. A pesar del esfuerzo sobrehumano, acabó segundo la prueba, aupándose a su vez a la segunda posición de la general.

Ya sin la presión del tiempo encima, llegamos a Valencia el sábado por la tarde. Tocaba echar un rato tranquilamente con la gente del Santa Teresa antes del partido en campo del Levante. Tras cenar y descansar unas horas no podía haber despistes. El desayuno pre-partido del domingo es uno de los puntos fuertes de estos viajes. Mientras hacíamos malabares para que el internet funcionara y pudiésemos trabajar, había también que poner un ojo en lo que pasaba sobre el verde. Las rojiblancas sufrieron una nueva derrota que les acerca al descenso matemático, pero no había tiempo para lamentarse. Con los minutos pasando y 300 kilómetros por delante, pusimos rumbo a Cartagena mientras se apuntalaban las crónicas y las últimas opiniones radiofónicas sobre el duelo matutino (Dios bendiga los cables largos para poder enganchar una línea RDSI). En Cartagonova, otra derrota y otros 700 kilómetros de distancia en los que no vimos ni una sola gota de agua (salada, me refiero). Son días en los que el cansancio merece la pena sin ningún tipo de dudas. Los que trabajamos en lo que nos gusta, nunca trabajamos.

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