LA PREGUNTA PUÑETERA
El fútbol, -y por extensión, todo el deporte-,es un continuo vaivén en el que todo viene y va a una velocidad de vértigo. Es imposible casarse con un pronóstico o vaticinio, pues al día siguiente las circunstancias se tornan de un color que está en la otra punta de la escala cromática.
Y pongo un ejemplo muy concreto en el que recuerdo como por aquel entonces, la cosa iba de ochos: El ocho de octubre se jugaba la octava jornada en la que el Badajoz buscaba ponerse con ocho puntos en la clasificación en el encuentro que le enfrentaba al Romano ante el Mérida. El encuentro tardó poco en demostrar que el guión iría por otros derroteros, y que ese derbi se quedaría en casa.
Los locales rápidamente pusieron a su favor el encuentro y terminaron imponiéndose por un contundente 3-0, colocando a los de la capital de la región muy cerca de los puestos de privilegio y a los de la capital de provincia en el disparadero del descenso. Todo esto venía de la mano de una socarrona banda sonora en las gradas emeritenses: «A tercera, oé», cantaban mientras miraban al fondo. Cada ‘bis’ que entonaban los que aquel día resultaron victoriosos era una losa afilada para el buen badajocista. Era un esputo que podría mojarles y mancharles cuando aquel a quién había salpicado en primera instancia se pusiera justo encima de ellos.
Recuerdo como Nafti mutó en un profeta tan sincero como suicida. A no mucho tiempo de distancia con el clásico extremeño, el tunecino pregonó que la gente moderara sus alegrías, que éste igual podría no disfrutar del turrón en Mérida. ¡Qué visionario fuiste, Mehdi!
No soy yo quién enterrará a un equipo. La montaña rusa del fútbol puede devolver a los romanos a la tranquilidad y darse el capricho de enredar en problemas a los pacenses. Por eso es mejor no hablar. Por eso hay que tener una pizca de sentido común antes de creerte púgil que has dejado K.O. a tu rival. Pensar que lo has dejado incapaz de levantarse es faltar el respeto a alguien a quién hecho besar la lona, hacerle sangrar e incluso tambalearse ostensiblemente, pero que aún tiene muchas fuerzas para levantarse.
Porque en las carreras de fondo se han visto liebres ser vencidas por tortugas por lo que la cautela es una cualidad que debe ser urgentemente aplicada a quién no la tiene. Me dan lo mismo los colores o las circunstancias. No me gustaría que si las cosas siguen por los mismos derroteros se entonaran los cánticos a la inversa, pues se caería en el mismo error. Pues, como dije al principio de este mismo texto, el fútbol, -y por extensión, todo el deporte-,es un continuo vaivén en el que todo viene y va a una velocidad de vértigo.
¡POSSÍ, MIRUSTÉ!