¿Quién es el Saúl Craviotto ese?

LA PREGUNTA PUÑETERA

Resulta que el que es puñetero para el prójimo, debe ser consecuente y ser también puñetero para uno mismo cuando así lo merece. Cuando vi por televisión «Master Chef Celebrity» conocía a casi todos los participantes del concurso. He de admitir, para mi vergüenza, que no tenía ni idea de quién era ese chaval tan salao que tenía tanta imaginación para sus emplatados; que ponía tanto oficio en los fogones; que sabía sacar partido de cada ingrediente del que disponía. «¿Quién es el Saúl Craviotto ese?» fue mi pregunta. Infame, sí. Pero realmente  se produjo de verdad.

Lo cierto es que esa misma pregunta fue repetida de manera exponencial por toda España. También se reparte esa blasfemia por todo el globo, ya que se podía seguir por todas partes del mundo gracias a las nuevas plataformas virtuales. En este programa que combina el entretenimiento con la docencia culinaria, demasiados ignorantes hicimos esa pregunta al ver al bueno de Craviotto. Yo entre ellos. Perdóname, Saúl.

De todos esos osados que dudábamos de tu condición de ‘Celebrity’, yo debo ser de los que más delito tengo. Máxime porque yo tengo por trabajo hablar del deporte. Desde el más mediático hasta el que lo es menos. Reivindicar la importancia de las disciplinas que gozan de menor repercusión se ha convertido en el último lustro en una de mis principales cruzadas. Es por eso por lo que tengo que volver a decirte: «Perdóname Saúl».

«¿Quién es el Saúl Craviotto ese?»

 Sin duda fue una ofensa que me ofendió a mí más que a ti. Si me ves por la calle con tu uniforme de Policía, esta sería una razón de peso para promover un arresto domiciliario de por vida. Recuerdo que estuve muy atento de Pekín 2008 en mis ociosas mañanas del estío. Las bienaventuranzas de los deportistas españoles en Londres 2012 me distraían más de la cuenta en un verano de inmenso trabajo. Incluso en mis vacaciones en la playa más locas no pude abstraerme del devenir de Río 2016. Parece que todo eso no fue suficiente para que mi mente fuera tan abyecta contigo al olvidarte.

Todas tus medallas. Tu Premio Nacional del Deporte. Tus campeonatos de España, de Europa y del Mundo. Tu sacrificio y tu humildad. Todo eso merece más respeto que tus suculentos platos que te han valido el que muchos consideran el único mérito de tu carrera. Desde mi humilde Badajoz espero que muchos ahora te veamos como un ejemplo y no como un polizón televisivo. Admiro tu grandeza. Repulso mi propia ignominia. De corazón te lo pido: Perdóname, Saúl.

 

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