Lo escuché mientras estaba tranquilamente esperando. Casi sin prestar atención. Estaba hipnotizado por la distracción vacía. Cuando de repente oigo decir a un pequeño: «Yo soy Cristiano Ronaldo, ¿vale?».
Mi embelesamiento hacia las musarañas fue sustituido violentamente por mi interés en este chaval que vestía la camiseta del Real Madrid con la ya obsoleta serigrafía de ‘El Bicho’ en el dorso. Hay que admitir que poco a poco me empezaba a creer el personaje que trataba de recrear el joven.
La cosa me empezó a preocupar cuando entonó el ‘Siuh’ con unos brazos terriblemente tensos y con las venas haciendo una aparición demasiado protagonista en la cara del niño. ¿Realmente Cristiano le había poseído?
Cuando su compañero de juego estaba doliéndose en el suelo a golpe de lágrima, el pequeño Cristiano no tardó en mostrarse furioso y disconforme «¡Levántate ya, anda!». Fue ahí cuando realmente pensé que era un hijo no reconocido del de Madeira.
Sin duda Cristiano Ronaldo, futbolista de época, podría ser imitado por su afán competitivo y su insaciable hambre de victorias -cosa que no debe fomentarse en los niños en favor de la educación y el juego limpio-.Sin embargo, es ejemplo por sus aspavientos, sus malas formas y por el inacabable amor que tiene por sí mismo.
Un peligroso caso a seguir para las generaciones venideras, sin duda. El de grandes deportistas de los que nadie cuestiona su talento, pero sí lo que proyectan hacia los niños. Zinedine Zidane, modélico dentro del campo, y muy caballeroso fuera de él, nunca quiso arrepentirse de su cabezazo a Marco Materazzi. Estaba seguro de que se lo merecía. Sin embargo, lo sintió en el alma por los niños que le habían visto hacer eso.
Un sinónimo caso es el de Gerard Piqué, quien habiendo crecido y mucho, parece no querer dejar de ser un niño y, por desgracia, de los malcriados. Aún con su lucidez ocasional, sus salidas de tono, sus continuos gestos antideportivos y su conducción sin puntos, hacen de él un mal ídolo para aquellos que tienen que cuidarnos el día de mañana.
Es una pena que se fijen más en ellos que en los Iniesta o en los Iker Casillas. O en Carolina Marín, Mireia Belmonte, Pau Gasol o Rafa Nadal. Al parecer, son muy buenos deportistas que resultan un modelo soso y poco atractivo para niños y niñas.
Pequeño Cristiano, tengo que decirte que me preocupa tu futuro. Y a la vez me preocupa el mío porque va a depender del tuyo algún día.