LA PREGUNTA PUÑETERA
No se necesita saber mucho de fútbol para saber que Arsène Wenger es todo un icono de este deporte. Muy pocos pueden decir que llevan más de dos décadas sentados en el banquillo del mismo equipo, máxime si hace ya muchas fechas que el brillo es menos intenso sobre el cañón ‘Gunner’. Pero claro, en el Reino Unido la cultura es distinta, la paciencia es mayor y la permisividad ante el fracaso es más grande.
Tantos años en la misma ciudad trabajando de lo mismo dan lugar a muchas comparecencias públicas. A su vez, a miles de frases que destacan entre millones que pasan desapercibidas. Una de ellas es célebre cada vez que se acerca un gran compromiso de selecciones de fútbol, como es el caso de este 2018, con el Mundial de Rusia. Aunque lo cierto es que, esta vez aún no se ha pronunciado, en torneos pretéritos sí que se mostró cuanto menos escéptico respecto a la participación de los jugadores con su combinado nacional.
Sin llegar a entrar sobre si era una mera razón política, o se trataba de un extraño guiño de complicidad hacia el fútbol negocio, Wenger ha torcido muchas veces el gesto cuando entraban en acción las selecciones. Más le vale que no le dé por aceptar alguna oferta de su Francia natal, o su Inglaterra adoptiva.
Pero el quid de la cuestión viene cuando el galo debe responder sobre el fútbol en clave local en lugar de a nivel nacional. Tanto en época de bonanza, como con su posterior pérdida de esplendor, como actualmente en plenas vacas flacas, el viejo Arsène no ha dudado en pedir a los londinenses el apoyo para llenar el Emirates.
Resulta que está considerado una mezcla tóxica de política y deporte animar al país donde vives, donde has nacido, o simplemente con el que te sientes identificado. Sin embargo, si vas a ver al equipo de tu ciudad, cumples con el más que loable objetivo de ayudar a crecer al que se supone debe ser tu equipo antes que otro.
La postura de Wenger, si no compartida, sí es imitada por un más que nutrido número de aficionados al fútbol. Tanto en España como fuera. Porque claro, por supuesto, no tiene que ver animar a tu país que darte golpes en el pecho por el conjunto que pone colores a tu ciudad.
Obviando que el ser humano es un sujeto que puede caer con pasmosa facilidad en la contradicción, no cabe duda que el bueno de Arsène da lugar a un más que interesante debate con su no apoyo a los combinados nacionales a la par que abraza fuertemente los principios del balompié autóctono.