De la nada más absoluta a la Segunda B en cinco años

Ha podido pasar rápido o se ha podido hacer un mundo, todo dependerá desde el lugar donde mires, o mejor dicho, cómo lo hayas vivido. Lo cierto es que tras cinco años, 1825 días, el centenario Club Deportivo Badajoz ha resurgido de sus cenizas, brotando desde la más absoluta nada, la Primera Regional en 2012, hasta la Segunda B en 2017.

Hace 5 años, las numerosas deudas contraídas con proveedores y jugadores hizo que la Hacienda Pública dictara sentencia final al CD Badajoz SAD y lo abocara a la desaparición. Tomando el relevo nació el CD Badajoz 1905, el hijo pródigo, familiar de sangre y con el blanquinegro y el mítico escudo como genética. ¿Los culpables de esta resurrección? La afición, ¡No podían ser otros!

Aquí no había coches de lujo, ni corbatas ni gemelos en las reuniones que les hacían acercar posturas cada 7 días. Algunos con camisa, otros elegían la elástica blanquinegra, pero lo que poderosamente llamaban la atención eran las chanclas. ¡Ay, esos niñatos con chanclas! ¡Benditos muchachos!

Un puñado de locos amantes del blanquinegro, frustrados por la desaparición de su equipo y melancólicos con un estadio que se quedaba huérfano, conseguían organizarse comandados por Fernando Valbuena para partir de la nada, sin recursos pero tampoco sin deudas desde el último peldaño del fútbol español, la sexta división si la extrapolamos a la liga inglesa; la Primera Regional.

Y fue así, con la ilusión por bandera, con un Copito que copaba las páginas y los telediarios de los principales medios nacionales como el Club Deportivo Badajoz iba surcando los arenosos y embarrados campos de fútbol extremeño. Con un equipo que improvisaba cada problema de los iniciales, pero que no dejaba ni un cabo suelto allá por donde iba.

Con ese empeño y con esas ganas, con una afición que desbordaba El Vivero al grito de «Celdrán no cabemos», fue cosechando éxitos y goleadas, haciendo las delicias de una hinchada que, ajeno al fútbol de élite, se concentraban para vivir de pie entorno al Viejo Vivero como su equipo les hacía disfrutar cada domingo en la última categoría.

En el 2013 llegaba el primer reconocimiento al esfuerzo. El Badajoz subía el primer peldaño, con pies de plomo pero con un corazón que cada vez estaba más latente. Y sin apenas darnos cuenta, la Regional Preferente se quedaba pequeña, y a la vista estuvo en un partido de la quinta categoría de España con 6 mil personas en el Nuevo Vivero.

De nuevo, esa casa que por motivos económicos tuvo que abandonar, el Nuevo Vivero, volvería a ser el hogar de una afición dormida que poco a poco despertaba. El Badajoz y su afición había ganado la batalla, como cuando se producen desalojos y la banca pierde. El «Karma» o lo que quiera que sea devolvía al Badajoz lo que era suyo, y ahora le tocaba al Badajoz devolver a la ciudad a donde se merecía.

La Tercera División era el escenario perfecto. El muerto ya caminaba y se atisbaba que iba a dar guerra con una directiva que se reciclaba, con Pablo Blázquez a la cabeza, y con un organigrama que comenzaba a crecer aún más si cabe. El Badajoz coqueteaba con el ascenso ante Murcia Imperial y ante Choco en dos temporadas consecutivas, y la Segunda B tocaba la puerta del Nuevo Vivero de nuevo.

Cinco años después de que el Badajoz perdiera la categoría, la Segunda B, consiguió volver a asaltarla. Y lo hizo con todos sus piratas abordo del buque blanquinegro haciendo el desembarco en el puerto riojano de Calahorra. La afición creía, los jugadores también y Ruano y Joaqui Flores transformaron lo que hace cinco años era un sueño en una auténtica realidad.

Podemos decir alto y claro desde este medio, Badajoz Deportes, que nos sentimos enormemente orgullosos de haber sido el único medio en seguir al equipo desde el principio de esta travesía hasta el paraíso hoy logrado. Y que fue un auténtico placer haber cubierto y retransmitido al equipo tanto en esos campos embarrados, como en otros de mayor nivel.

¡Aúpa CD Badajoz!

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