Somos de pachanga

EL BALÓN CUADRADO

No necesitamos una excusa perfecta para pegarnos un garbeo de nuestro entorno familiar. En Badajoz siempre hemos sido y somos de pachangas. Y no importa cual sea la edad ni el deporte, la pachanga es extensible a lo largo y ancho de nuestra ciudad y todos lo hacemos al menos una vez al año.

Fútbol sala, fútbol 7, basket, pádel, tenis y ahora, aunque no con esta terminología, hasta correr es un plan perfecto para escaparse de esa rutina que nos encierra día a día y aprovechar el deporte como plan perfecto para combinar amigos y el postpartido.

Podíamos escribir una saga completa de lo que han dado de sí las pachangas en nuestras vidas, pero a veces, mejor guardárselas para sí mismo. Si hablamos de fútbol, las pistas verdes (en la barriada de La Paz), La Granadilla y Pardaleras han sido por excelencia los escenarios donde llegaban a congregarse mayor número de equipitos previamente acordados en persona o vía telefónica. Rezábamos a todos los santos por dos cuestiones de peso: Para que la lluvia respetara el evento de la semana y para que ningún «rajado» de turno aguase el partidito que en la mañana de domingo nos esperaba. El siguiente dilema ya se producía en la cancha:»¿Habéis traído el balón?». Y tras esta pregunta existencial en todas las pachangas daba pie a tener que volver a casa a por el esférico que aguardaba en nuestro trastero. Mikasa era todo un clásico, sobre todo en los partidos de fútbol 7 en los que los escenarios podían ser o los campos de «La Oje», junto al actual Palacio de Congresos, o en los Campos de Santa Isabel, aunque la calle y el campo también valía, dicho sea de paso.

En estas pachangas podías encontrarte aquellos ilustres personajes de tu barrio, instituto, trabajo e incluso familia que lucían diversos perfiles. Los que se lo tomaban en serio, los paquetes, los picados, los incomprendidos, los que se quejaban por todo y, como no, los motivados. Solo verlos de lejos ya eran perfectamente identificables. Pero hay algunos retales de aquellas pachangas que siguen dejándose caer por las de ahora. Suelen llevar camisetas de fútbol de futbolistas que marcaron época y que cuelgan en los mejores museos. A esos, me gusta llamarlos «los nostálgicos». Podíamos entrar a debatir en el resto de complementos y accesorios que los pachangueros han ido acompañando a sus partidas amistosas, pero podrían llegar a ser infinitas.

Y después de tantos años y con tanta tecnología, ¿las pachangas siguen vivas? Indudablemente sí, las pachangas no han muerto. Ahora estas partidas cuentan por suerte con más y mejores instalaciones en nuestra ciudad, con gente más mejor formada y con la introducción del whatsapps y de los grupos donde albergan a cantidades ingentes de personas que ni siquiera se conocen entre sí pero que andan locas por volver a mostrar sus cualidades innatas en ese deporte. De hecho el otro día pude descubrir como unos innovadores han diseñado una aplicación que te permite encontrar rival para poder jugar con gente desconocida en la ciudad, así que el equipo contrincante ya no es excusa.

¡Ah, se me olvidaba! El quinto cuarto, el tercer periodo o, conocido entre todos por «las cañas después del partido» no ha cambiado. Incluso suele ser el aliciente que mueva montañas, equipos enteros y esposos en casa a la caza de un ratito con los amigos.

En Badajoz otra cosa no, pero de pachanga somos un rato.

 

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