Ellas también son cracks

FB Santa Teresa Club Deportivo

 El pasado domingo fui a ver por primera vez un partido de fútbol femenino. Campos de la Fundación Rayo Vallecano, encuentro de Primera División. Las rojiblancas se medían ante el club pacense Santa Teresa, en la antepenúltima jornada de la primera vuelta. Y el escenario de esta mañana de domingo, dejando aparte la intensa lluvia que ha caído en Vallecas por momentos, más triste no podía ser.

¿Por qué, mientras que los Cristianos y Messis de turno juegan cada fin de semana en estadios enormes y repletos de aficionados, las jugadoras de fútbol tienen que jugar en campos donde el estado del césped es cuestionable y donde no existe apenas graderío? ¿Por qué ellas tienen que pluriemplearse y ellos ganan millones al año? Porque no hay que olvidar que, aunque parezca increíble, el fútbol femenino no está considerado aún deporte profesional en España. Para la Federación, parece que son un grupo de chicas que se reúnen cada domingo para echar un partidillo, cuando en realidad son mujeres que viven por y para esta disciplina.

De todas formas, el desinterés de Villar y compañía es solo uno de los males. La liga femenina no es profesional porque los clubes no quieren que lo sea, porque no confían en que la inversión que realicen se recupere, sobre todo en el caso de los grandes equipos. La cantidad de euros que Barcelona, Atleti o el Rayo Vallecano, precisamente, destinan a sus equipos femeninos en comparación con las categorías masculinas es irrisoria. Todo ello hace que las jugadoras, además de luchar contra sus rivales en el terreno de juego, tengan que pelear por poder vivir exclusivamente del fútbol.

La verdad es que es todo un milagro que las chicas pudieran clasificarse para el Mundial el pasado 2015, pero podrían rendir a un nivel muy superior si tuvieran el apoyo incondicional de las instituciones. Y también la promoción y el reconocimiento que se merecen. Ahí los medios debemos entonar el “mea culpa”.

Muchos achacan la manida excusa de que “el fútbol femenino no da dinero”. Pero es que el fútbol femenino no da dinero porque nadie se atreve a invertir en él, y no se invierte en él porque no se valora a las personas que lo hacen, simplemente porque son mujeres. A mí todavía me siguen sorprendiendo los pases y las ocasiones que ha creado Menayo, jugadora del Santa Teresa, en el encuentro de hoy. O los paradones que se ha marcado su compañera Mimi, convirtiéndose en la heroína del equipo, cual San Iker. O la actuación de Saray, del Rayo, probablemente la mejor del partido gracias a sus dos goles. Y también es de destacar que, a pesar de que no ha dejado de llover en los 90 minutos, había un buen número de público.

Me encantaría equivocarme, pero es casi imposible que la igualdad plena en la máxima categoría del fútbol español entre hombres y mujeres llegue algún día. Por lo pronto, nos seguiremos acordando de estas chicas, al igual que pasa en otros deportes, solo cuando consigan una hazaña. Y seguiremos perdiendo grandes promesas, que harán las maletas para buscar fuera lo que no encuentran aquí: vivir del fútbol.

 

 

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