La afición y tradición ciclista existente en Kazajistán no debe pillar por sorpresa a nadie. La separación de la Unión Soviética en 1991 dejó un país de dieciséis millones de habitantes repartidos en un territorio seis veces superior al de España que, sorprendentemente, generaron vínculos y tradición en torno a una nueva nación.
Este sentimiento de pertenencia es un rasgo muy característico de las antiguas repúblicas soviéticas que, una vez fuera del control comunista, no dudaron en crear identidades y símbolos que los pudieran representar a todos.
Una de las cosas que más identidad puede generar a una nación es el deporte. Kazajistán tiene una peculiar geografía montañosa que propicia la práctica del ciclismo. Pocos países cuentan con una tradición tan arraigada en este deporte como el kazajo, que puede presumir de corredores de la talla de Alekasander Vinokurov o el fallecido Andrei Kivilev, que renunciaron a su pasaporte ruso para defender el celeste kazajo.
Años después llegaría el equipo Astaná, un club ciclista que dominó el panorama internacional entre los años 2008 y 2016, en los que obtuvo un total de siete grandes vueltas con Alberto Contador, Vincenzo Nibali o Fabio Aru como protagonistas, y cuyo director general en la actualidad es el propio Vinokurov.
Para continuar con la historia debemos remontarnos a tiempos más cercanos. Danat Mussaev es el embajador de Kazajistán en España. Mussaev se topó un día con el nombre ‘Kazajoz’ en internet. Tras investigar un poco sobre el tema se dio cuenta de que, en Badajoz, un grupo ciclista hacía honor al nombre de su país.
El embajador kazajo no dudo y se puso en contacto con la dirección del equipo para formalizar una visita que estrechara lazos ‘kazajos’. El pasado miércoles se produjo el encuentro entre la cúpula del equipo ciclista y Mussaev en la embajada kazaja.
Desde el club aseguran que la jornada «transcurrió de manera natural y con mucha cercanía entre ambas partes». Se produjo también un intercambio de obsequios. Mientras que los ‘kazajos’ obsequiaban al embajador con un maillot celeste, éste les hacía entrega de varios libros sobre la historia de Kazajistán.
De esta forma, se producía la unión entre dos culturas separadas por miles de kilómetros pero unidas por la pasión por el ciclismo. Una unión que tiene su origen en un mote, el que le pusieron a José Antonio Sánchez en su periplo por Cataluña.
El presidente del Kazajoz, vinculado al ciclismo durante toda su infancia y juventud, tuvo que emigrar a Cataluña por motivos laborales. Allí se enroló a otro equipo ciclista en el que ejerció como director de carrera y en el que comenzó a tener fama por la dureza de sus entrenamientos.
Esta exigencia provocó que sus pupilos comenzaran llamándole cariñosamente Vinokurov, lo que acabó reduciéndose a ‘el kazajo’. La idea se le quedó en la cabeza a Sánchez que en 2018 regresó a Extremadura. Se reencontró con «amigos de bicicleta» y, tras perfilar la organización y la gestión del grupo, acabó fundando el Kazajoz Team.
A pesar de la pandemia, el proyecto ‘kazajo’ continuó hacía adelante y, tras un gran trabajo a nivel comunicativo y de redes sociales y la composición de un equipo competitivo, se pueden ver numerosos maillots azul celeste en cada prueba ciclista que se produce en la región y en zonas limítrofes, obteniendo muy buenos resultados en cada una de ellas.