El otro día paseaba a eso de las nueve de la tarde por Sinforiano Madroñero cuando me encontré a un grupo numeroso de jóvenes que rondarían los 18 años. Se encontraban en la puerta de una conocida casa de apuestas y debatían sobre si marcaría o no Vinicius en el último partido del Real Madrid en la Copa del Rey. Tras acabarse el pitillo correspondiente, entraron todos y todas en manada al establecimiento. Lo que ocurrió acto seguido, es obvio.
Y es que esta obviedad en la juventud, la de apostar en casas deportivas y la de planear sus quedadas entorno a estos locales, cada vez es más frecuente en nuestra ciudad.
Hace más de dos mil años, en la civilización griega ya se apostaba en sus disciplinas favoritas. Los romanos años después lo implantarían en los circos romanos con los gladiadores como protagonistas. En nuestro país es tal la legalización que el estado cuenta con la empresa pública SELAE, la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado. Fue creada allá por el 1811 con la intención de aumentar los ingresos estatales. La antecesora de las casas de apuestas deportivas que conocemos puede estar en La Quiniela. ¿Quién no ha echado alguna vez una quiniela jugando con el 1, x o 2?
Esto de las apuestas no es nada nuevo, ni las casas físicas ni las apuestas online. Aunque lo novedoso son todas las innovaciones que han llegado posteriormente con la llegada del internet y con la excesiva promoción. Tan sólo hay que ver algún canal de televisión y algún bloque publicitario y observar que en menos de 10 minutos aparecen alrededor de 6-8 casas de apuestas. Sin límites de horarios ni de edad en los espectadores.
Y es que la promoción de estas casas de apuestas, que es sin duda lo más preocupante de todo este tema, abundan en cualquier lugar. Las redes sociales, la prensa escrita, televisión y radio, los patrocinios de clubes deportivos, los deportistas… Están en todos lados y en boca de todos.
La preocupación llega con la temprana atracción en los jóvenes (y no tan jóvenes) de estas apuestas. Aunque el límite de edad en las apuestas está marcado en la mayoría de edad, 18 años, lo cierto es que todos conocemos algún menor de edad que ha participado en estas apuestas a través de algún amigo o familiar mayor de edad. Todo un clásico de las triquiñuelas.
Hay muchas campañas detractoras de este movimiento. Desde una recogida de firmas en change.org para prohibir los anuncios de apuestas deportivas online en televisión, a la propuesta de la Asamblea de Extremadura aprobada el 26 de octubre para limitar las casas de apuestas, pasando por las numerosas críticas por las redes sociales, principalmente por facebook y twitter.
Y ojo que el negocio no es solo para los empresarios que invierten en estas casas. Pese a que cada final de cada anuncio televisivo o en letra pequeña si se trata de un anuncio fijo reza «juega con responsabilidad», no todo el mundo toma conciencia. Hay gente que llega a vivir de las apuestas deportivas, y esto si que puede ser peligroso.
Si problemas en la juventud tales como el botellón fueron erradicados cuando comenzaba a golpear a los jóvenes, ¿Por qué el Gobierno o las instituciones de turno no pone ningún control o barreras ante tal crecimiento desordenado y desmesurado de este sector?
Algunos tachan por las redes sociales que esta fórmula de ocio tan adictivo está llegando a parecerse a la heroína o a la droga de los 80. Pero al menos, eso no se promocionaba a diario en medios de comunicación ni estaba relacionado con el deporte.