¿Hasta cuándo?

La pregunta puñetera

 El fútbol modesto vuelve a estar en primera plana de la actualidad por una nueva trifulca. El violento y paranoico final del Valdelacalzada – Racing Valverdeño me hizo teletransportarme a Sierra de Fuentes, cuando por finales de 2016, se organizó una batalla campal tras el segundo gol que el Badajoz le hacía al Amanecer donde se produjo el vuelo de sillas, papeleras, piedras, entre innumerables objetos contundentes.

Lo sucedido en ambos escenarios tiene un denominador común: una parte demonizada y la otra exonerada de la culpa. Sin ser juez ni pretenderlo, ya que no me considero quién para repartir los porcentajes de culpa, debo advertir que está claro que si se ha llegado a la posibilidad de poder protagonizar el videoclip de “Partiendo la pana» de Estopa, hay una responsabilidad compartida y no un gesto espontáneo de enajenación de uno de las dos partes que castiga de manera sumaria a la otra.
La subida de revoluciones y decibelios es algo a lo que se ha contribuido desde todos aquellos que están en el ajo. Obviamente, el que transforma las hostilidades verbales en violencia física merece todo tipo de reprobación, pero repartir el papel de ángel y demonio a unos y otros no ayuda a la erradicación de conductas violentas. La solución al problema debe ser cortar de raíz y no solo la flor que todo el mundo ve.
Dando por hecho que es necesario para el fútbol que haya una rivalidad deportiva y ciertos ‘piques’ entre aficiones, son estas, en primera instancia, las que deben mantener la cabeza fría. Eso sí también hay que asegurarse de tener la seguridad pertinente en los estadios hasta estar plenamente seguros de que este tipo de tristes acontecimientos no volverán a suceder.

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