LA FIRMA – BELÉN COLLADO
Se nota en el ambiente. Hay ganas. Tres temporadas después (obviando ese choque en Copa Federación y ese 6-0 que hizo soñar a todo el Romano el día de Reyes hace poco más de un año), vuelve el derbi por antonomasia en la provincia, e incluso me atrevería a decir en Extremadura. Quedan dos días para el esperado choque entre Mérida y Badajoz, y yo voy rematando los flecos de este artículo, mi humilde opinión, mientras viajo en tren de vuelta a mi tierra. Sí, en ese tren que une, por decir algo, la capital del reino con nuestra región, y que desde hace tiempo no hace nada más que darnos disgustos a los extremeños. No tendremos las mejores conexiones ni las mejores infraestructuras, ni nuestros clubes están en Primera o Segunda, pero a pasión y sentimiento no nos gana nadie. Porque el ambientazo que llenará este domingo el Estadio Romano no tendrá nada que envidiar a un derbi madrileño, catalán o sevillano. En Extremadura también tenemos nuestro “clásico”, y debemos estar muy orgullosos de ello.
Desde mi asiento en el tren pienso por qué me han pedido que escriba esto y, sobre todo, qué puedo contar yo del derbi pacense. En dos palabras: mi infancia. No he podido evitar recordar aquellos domingos que papá me llevaba a disfrutar de aquel Mérida que enamoraba en Primera y que llenaba hasta la bandera el estadio para ver al Mono Montoya, Pablo Alfaro o Juan Sabas. Ahora, después de muchos años, entiendo por qué lo hacía. Porque, antes de ser aficionado de un grande como Real Madrid o Barça, tienes que amar al equipo de tu ciudad, de tu tierra.
Yo siempre digo que soy del Mérida y luego del Badajoz, aunque me miren raro. Sí, se puede ser de dos equipos que tienen una rivalidad histórica. Porque son dos clubes que han sabido cómo resurgir de sus cenizas y que han devuelto la ilusión a una afición que estaba dormida estos últimos años. Mi corazón es romano, pero reconozco que siento una gran admiración por lo que han conseguido en Badajoz, que de buena tinta lo sé por amigos y colegas que se encargan de llevar a su “Bada” fuera de sus fronteras.
Este es un derbi “vintage”, que retrotrae a aquellos que, en la década de los noventa, en la más tierna niñez de muchos de nosotros, pusieron el foco en el fútbol extremeño. También este Mérida y este Badajoz recuerdan a viejos tiempos por dos acontecimientos que han ocurrido esta misma semana: El merecido reconocimiento a José Fouto como presidente de honor del Mérida, artífice de poner a un club extremeño por primera vez en Primera División, y el resurgimiento del mítico Trofeo Ibérico, que este año ha traído a un equipo de máxima categoría como el Alavés a jugar en la capital pacense, y parece que se va convirtiendo en una cita ineludible. Ahora no tenemos tanto renombre como en esa época de la categoría de plata hace ya veinte años, pero algún día volveremos, seguro.
Por mi parte, yo volveré este domingo al Romano después de muchos meses. Volveré con la bufanda de mi padre en una mano y a Adrián en la otra. El futuro del Mérida, que ya da patadas al balón en la escuela del club. Para eso son nuestros derbis, para vivirlos en familia, y siempre con respeto y el hermanamiento de las aficiones. Que para odio y caos ya tenemos bastante, por desgracia, con Cataluña. Vamos Mérida, aúpa Bada, viva el fútbol extremeño. Que lo disfruten.