Tras vivir uno de los fines de semana más aciagos en cuanto a resultados que se recuerdan, el deporte pacense debe volver por sus fueros
«Caerse está permitido, pero levantarse es obligatorio». Subrayando uno de los más famosos proverbios rusos bien podría explicarse lo acontecido durante este fin de semana en los distintos pabellones y verdes donde los componentes de los equipos de Badajoz defienden los intereses de su querida ciudad. Miriam Casillas y su virtual clasificación para Río por un lado, y la enésima demostración del CD Badajoz de que van muy en serio a por todas por otro, han sido los rayos de sol que han permitido ver el arcoíris en mitad de un diluvio de derrotas.
La conjugación del verbo perder admite una variopinta gama de colores en las que se puede perecer: hay batacazos que dejan llenos de moretones justo cuando ya veían la meta con tus propios ojos; al mismo tiempo, ves a otros que aún no se han chocado de manera violenta contra el raso porque aún siguen cayendo. Y lo que es peor todavía, el vuelo del palomo puede seguir cuesta abajo y sin freno.
Los que están acostumbrados a las alturas también besaron la lona cuando más cerca tenían atravesar la barrera que les llevaba a pelear por estar en mejores canchas; y también los hay que dejaron de triunfar por la indolencia provocada por falta de objetivos.
Es absurdo pensar que en el diccionario del éxito la derrota es un tabú. Ganar y perder no son más que las caras de una misma moneda que está en constante translación alrededor de la incertidumbre. Pero cabe recordar, que siempre sale el sol tras el diluvio; la nieve deja paso a las raíces de hierbas que florecen; y en la vida siempre hay un continuo ciclo de cambio, en el que lo bueno y lo malo se alternan el poder.
No obstante, no hay que decir eso de «ya escampará», sino que la solución debe ir en uno mismo. En su mente. En su corazón. Las ganas de ganar deben persistir, y nunca entrar en el conformismo y la autocomplacencia. Ese el duro, pero a la vez dulce sabor del éxito.
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