La fase decisiva de la temporada se acerca, y eso se nota en los equipos y deportistas de la capital pacense
Nervios. Deseos de darlo todo. Miedo a fallar en el momento cumbre. El extraño instante previo en el que todo esto se conjuga con una motivación inherente justo antes de encarar ese segundo que llevas tanto esperando. Sea con un balón de por medio, con una bicicleta, un kimono, o unas simples zapatillas, llega la hora de la verdad. La hora de ganar, y demostrar lo que uno vale.
Desde el Nuevo Vivero se empeñan en usar la fe como una arma temida por sus rivales lo que les está permitiendo llegar donde hace poco les parecía imposible. Mientras, en el Viejo, cohabitan quiénes ya dejaron de sufrir para buscar un sueño mayor que viene siendo cercenado por unos malos hábitos postrimeros, con otros que no consiguen hacer de la regularidad una valiosa aliada, viéndose así condenados a una agonía que a su mismo tiempo recuerda que nada de esto sería fácil.
Pero sería de necios olvidarnos de quiénes usan una caldera protegida de las inclemencias para viajar (dependiendo del día) hasta el éxtasis o la desolación. Si dicen que los colores son emociones, el naranja representa la satisfacción, el rosa la confianza, si blanco y azul se mezclan en el lienzo , obtenemos la ambición de quién quiere ser campeón; mientras que si observamos el blanco separado de ese azul representa la osadía de quién quiere llegar a lo más alto. Pero por supuesto, nuestra mente siempre debe dejar hueco para el recuerdo del verde, cuyo sentimiento cual camaleón quiere mutar de esperanza a apoteosis.
Quiénes corren, nadan, pedalean, o para los que lo hacen todo a la vez. Si te subes en un tatami, apura tus opciones también, pues rendirte es lo último que harás.
Te llames como te llames, y dónde quiera que sea que permanezcas, nunca olvides que peleando por lo quieres, es el camino más recto hacia ese tan cotizado éxito.