Divagando en mis adentros tras ver el resumen de esta jornada, no me queda otra que afirmar que ha sido un fin de semana histórico. Si nos sumergimos en una imaginaria travesía por los pasillos que conducen hasta los vestuarios de los equipos, hemos podido mojarnos los zapatos. Os explico el porqué:
Todo empezaba navegando entre trincheras convertidas en refugios donde se realizan las conjuras en los prolegómenos. Después, hemos sido testigos de esos barracones donde en cada media parte se vomitaban reproches, gritos que clamaban por la motivación, y aplausos que enaltecían una actitud proactiva que les hacía convencerse de que todo iba a salir bien. Por último, hemos observado en un lienzo con forma de baldosa como convergían las lágrimas de unos cachorros de blanco que lloraban un descenso, mezcladas con los esputos de impotencia de unos gigantes que parecían invencibles y que acabaron sucumbiendo ante un modesto púgil que les ha hecho besar la lona por primera vez en esta temporada.
Pero no debemos quedarnos aquí, pues un sudor que piensa en verde entró en disolución con un cava que no llegó a ser descorchado (no sabemos si por falta de nevera) en un pabellón aún húmedo por las goteras que volvió a ser testigo de una gran tarde de bombos.
Por si fuera poco, en La Granadilla derramaron más líquidos que nadie. Principalmente porque aunque queda patente a la vista de cualquiera que son los más grandes, en las últimas fechas parecen empeñados en demostrar que dicha grandeza está más allá de la estatura.
Y por supuesto, los suelos también han sido empapados por los valientes que están empeñados en desprenderse de todo fluido a base de kilómetros. Donde la gloria habla con acento portugués, y sigue teniendo un mismo nombre, Bruno, aunque ahora cambiemos también de apellido. El gran Fraga abdica en Paixao.
Pero quiénes más se mojan son los que se meten en el agua. Mientras unos estaban en Sevilla remando hacia la victoria, una anfibio con forma humana se empeñaba en las antípodas que quiere cambiar de sudor: el de la competición está bien, pero quiere empapar su cuerpo con el sudor que produce calor de una antorcha olímpica.
Si ellos se han mojado por nosotros, hagámoslo nosotros por ellos.